Y restos de lágrimas en las mejillas, el arrancacorazones humeante y nervioso todavía, señales de vómito en la comisura de los labios, aquel cuerpo desprovisto de su órgano más indispensable sumergido en su propio fluido de existencia. Apretar el gatillo no había resultado sencillo, tanto fue así que su estómago aún boqueaba exhausto por la impresión. Tomarse la justicia por su mano implicaba traicionar sus principios, aunque tampoco éstos deberían ser óbice para hacer lo que estaba bien, lo que era necesario. A pesar de todo, el magnicidio dejaba un regusto agradable al paladar; si alguien en mil novecientos treinta y tres hubiera hecho algo parecido, a buen seguro se hubieran evitado miles de muertes, por eso había aceptado semejante responsabilidad. Aquella terrible amenaza para los pueblos de Europa, la suma sacerdotisa luterana del Cuarto Reich, había sido extirpada, pero el largo camino se encontraba en el albor, los apóstoles de los Mercados, los profetas ultraneoliberales no estaban saciados, cual adictos al sufrimiento ajeno, no parecían encontrar satisfacción jamás. Cada uno es radical a su manera y utiliza las armas que tiene a su alcance, pensó mientras colocaba el arrancacorazones en la mano de aquel ser inánime, metáfora sanguinolenta del poder, primer nombre tachado de la lista de la vergüenza.
por Sexto ‘Sevilla d’Teodora, 14/03/2013
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Muy bueno, muerte al Cuarto Reich y boikot a todo lo aleman
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